domingo, 20 de marzo de 2011

Joyas... De un arbol




Texto utilizado:
Ovide, Les Metamorphoses
Texte etablit et traduit par G. Lafaye, Paris
Belles Lettres, 1995
Libro II. 340-365












nec minus Heliades fletus et, inania morti 340
munera, dant lacrimas, et caesae pectora palmis
non auditurum miseras Phaethonta querellas
nocte dieque vocant adsternunturque sepulcro.
luna quater iunctis inplerat cornibus orbem;
illae more suo (nam morem fecerat usus) 345
plangorem dederant: e quis Phaethusa, sororum
maxima, cum vellet terra procumbere, questa est
deriguisse pedes; ad quam conata venire
candida Lampetie subita radice retenta est;
tertia, cum crinem manibus laniare pararet, 350
avellit frondes; haec stipite crura teneri,
illa dolet fieri longos sua bracchia ramos,
dumque ea mirantur, conplectitur inguina cortex
perque gradus uterum pectusque umerosque manusque
ambit, et exstabant tantum ora vocantia matrem. 355
quid faciat mater, nisi, quo trahat inpetus illam,
huc eat atque illuc et, dum licet, oscula iungat?
non satis est: truncis avellere corpora temptat
et teneros manibus ramos abrumpit, at inde
sanguineae manant tamquam de vulnere guttae. 360
'parce, precor, mater,' quaecumque est saucia, clamat,
'parce, precor: nostrum laceratur in arbore corpus
iamque vale'—cortex in verba novissima venit.
inde fluunt lacrimae, stillataque sole rigescunt
de ramis electra novis, quae lucidus amnis 365


[340] Y no lloran menos las Helíades (hijas de Helio) y ofrecen lágrimas, regalo inútil para la muerte y golpeándose el pecho con sus manos llaman a Faetón, que no ha de oír sus desgraciadas quejas y se tienden junto al sepulcro.

Cuatro veces la luna había llenado su disco con los cuernos juntos; [345] aquellas, según costumbre, pues el uso se había hecho/vuelto costumbre, habían emitido su quejido: de las cuales, Faetusa, la mayor de las hermanas, como quisiera recostarse en la tierra, se quejó de no poder enderezar sus pies; la luminosa Lampitie, que intentaba llegar hasta ella, fue retenida por una raíz repentina; [350] la tercera, cuando se preparaba a arrancar los cabellos con las manos, arrancó hojas; ésta se lamenta de que sus piernas son retenidas por un tronco; aquella de que sus brazos se han vuelto largas ramas, y mientras admiran estas cosas, una corteza rodea sus ingles, y poco a poco, rodea/abarca vientre, pecho, hombros y manos [355] sólo quedaban sus bocas llamando a su madre.

¿Qué podría hacer la madre, excepto que ir aquí o allá, a donde la lleva su impulso, mientras puedan unir sus bocas? no es suficiente: intenta arrancar sus cuerpos de los troncos y con sus manos desgaja tiernas ramas; y de allí [360] manan gotas de sangre como de una herida.

“Quédate quieta, madre, te lo ruego, clama cada una de las que son heridas, quédate quieto, te lo ruego, nuestro cuerpo es desgarrado en el árbol, y ya, adiós” – la corteza llegó/pronunció (a) las últimas palabras.

De allí fluyen las lágrimas y goteando de las nuevas ramas, se endurece al sol el ámbar, que recoge el brillante río y (lo) envía a las jóvenes latinas para que lleven en su cuerpo.

sábado, 5 de marzo de 2011

A la flauta...






Texto utilizado:
Ovide, Les Metamorphoses
Texte etablit et traduit par G. Lafaye, Paris
Belles Lettres, 1995
Libro IV. 689-712





Tum deus 'Arcadiae gelidis sub montibus' inquit
'inter hamadryadas celeberrima Nonacrinas 690
naias una fuit: nymphae Syringa vocabant.
non semel et satyros eluserat illa sequentes
et quoscumque deos umbrosaque silva feraxque
rus habet. Ortygiam studiis ipsaque colebat
virginitate deam; ritu quoque cincta Dianae 695
falleret et posset credi Latonia, si non
corneus huic arcus, si non foret aureus illi;
sic quoque fallebat.

Redeuntem colle Lycaeo Pan videt hanc pinuque
caput praecinctus acuta
talia verba refert -- restabat verba referre 700
et precibus spretis fugisse per avia nympham,
donec harenosi placidum Ladonis ad amnem
venerit; hic illam cursum inpedientibus undis
ut se mutarent liquidas orasse sorores,
Panaque cum prensam sibi iam Syringa putaret, 705
corpore pro nymphae calamos tenuisse palustres,
dumque ibi suspirat, motos in harundine ventos
effecisse sonum tenuem similemque querenti.
arte nova vocisque deum dulcedine captum
'hoc mihi colloquium tecum' dixisse 'manebit,' 710
atque ita disparibus calamis conpagine cerae
inter se iunctis nomen tenuisse puellae.


Syringa, Metamorfosis I, 689-712

Entonces, el Dios (Mercurio) dice: bajo los gélidos montes de Arcadia, entre las náyades de las selvas arcadias la más célebre fue una, a la que las ninfas llamaban Syringa.
Aquella siempre había evitado a sátiros que la perseguían y a cualquier dios que poseía selvas umbrosas y fieros campos. Ella honraba a la diosa Ortygia (Artemisa – Diana) con sus afanes/cuidados y con su propia virginidad: ceñida también según el rito de Diana, se ocultaba y no se podía saber (cuál era cada una) excepto por el arco de ésta de cuerno y el de aquella de oro; aún así engañaba.
Pan la vio (a ella) cuando/volviendo de la colina Lycea, ceñida su cabeza con pino de ramas puntiagudas (y) le dice las siguientes palabras – le faltaba (a Mercurio) decir tales palabras y que la ninfa, despreciando las súplicas había escapado por caminos inaccesibles, hasta que llegó junto a la tranquila corriente del arenoso Ladón -; (dice que) aquí ella, al impedir las aguas su curso/camino, rogó a sus transparentes hermanas que la transformaran y que Pan, cuando creyera que Syringa ya había sido dominada para él, en lugar del cuerpo de la ninfa, sujetara las cañas palustres/pantanosas; y mientras allí suspira, los vientos, movidos dentro de la caña, produjeron un sonido tenue y similar al de quien se queja.
(dice que) el dios, cautivado por el nuevo arte y la dulzura de su voz, había dicho: “este diálogo permanecerá contigo para mí”.
Y así de cañas diferentes, unidas entre sí mediante la unión con cera (éstas) conservan el nombre de la joven (syringa).