domingo, 6 de febrero de 2011

Que historia la de este arbol!



Texto utilizado:
Ovide, Les Metamorphoses
Texte etablit et traduit par G. Lafaye, Paris
Belles Lettres, 1995
Libro IV. 190-255

Foto: Árbol de incienso, Jardin Botanico de la Ciudad de Buenos Aires








'Exigit indicii memorem Cythereia poenam                190
inque vices illum, tectos qui laesit amores,
laedit amore pari. quid nunc, Hyperione nate,
forma colorque tibi radiataque lumina prosunt?
nempe, tuis omnes qui terras ignibus uris,
ureris igne novo; quique omnia cernere debes,               195
Leucothoen spectas et virgine figis in una,
quos mundo debes, oculos. modo surgis Eoo
temperius caelo, modo serius incidis undis,
spectandique mora brumalis porrigis horas;
deficis interdum, vitiumque in lumina mentis               200
transit et obscurus mortalia pectora terres.
nec tibi quod lunae terris propioris imago
obstiterit, palles: facit hunc amor iste colorem.
diligis hanc unam, nec te Clymeneque Rhodosque
nec tenet Aeaeae genetrix pulcherrima Circes               205
quaeque tuos Clytie quamvis despecta petebat
concubitus ipsoque illo grave vulnus habebat
tempore: Leucothoe multarum oblivia fecit,
gentis odoriferae quam formosissima partu
edidit Eurynome; sed postquam filia crevit,               210
quam mater cunctas, tam matrem filia vicit.
rexit Achaemenias urbes pater Orchamus isque
septimus a prisco numeratur origine Belo.
'Axe sub Hesperio sunt pascua Solis equorum:
ambrosiam pro gramine habent; ea fessa diurnis               215
membra ministeriis nutrit reparatque labori.
dumque ibi quadrupedes caelestia pabula carpunt
noxque vicem peragit, thalamos deus intrat amatos,
versus in Eurynomes faciem genetricis, et inter
bis sex Leucothoen famulas ad lumina cernit               220
levia versato ducentem stamina fuso.
ergo ubi ceu mater carae dedit oscula natae,
"res" ait "arcana est: famulae, discedite neve
eripite arbitrium matri secreta loquendi."
paruerant, thalamoque deus sine teste relicto               225
"ille ego sum" dixit, "qui longum metior annum,
omnia qui video, per quem videt omnia tellus,
mundi oculus: mihi, crede, places." pavet illa, metuque
et colus et fusus digitis cecidere remissis.
ipse timor decuit. nec longius ille moratus               230
in veram rediit speciem solitumque nitorem;
at virgo quamvis inopino territa visu
victa nitore dei posita vim passa querella est.
'Invidit Clytie (neque enim moderatus in illa
Solis amor fuerat) stimulataque paelicis ira               235
vulgat adulterium diffamatamque parenti
indicat. ille ferox inmansuetusque precantem
tendentemque manus ad lumina Solis et "ille
vim tulit invitae" dicentem defodit alta
crudus humo tumulumque super gravis addit harenae.               240
dissipat hunc radiis Hyperione natus iterque
dat tibi, qua possis defossos promere vultus;
nec tu iam poteras enectum pondere terrae
tollere, nympha, caput corpusque exsangue iacebas:
nil illo fertur volucrum moderator equorum                245
post Phaethonteos vidisse dolentius ignes.
ille quidem gelidos radiorum viribus artus
si queat in vivum temptat revocare calorem;
sed quoniam tantis fatum conatibus obstat,
nectare odorato sparsit corpusque locumque               250
multaque praequestus "tanges tamen aethera" dixit.
protinus inbutum caelesti nectare corpus
delicuit terramque suo madefecit odore,
virgaque per glaebas sensim radicibus actis
turea surrexit tumulumque cacumine rupit.               255


Las metamorfosis de Leucotoe

El libro IV de Metamorfosis se inicia con el relato de los amores entre Píramo y Tisbe, dos jóvenes, que, como siglos más tarde recordará el famoso poeta inglés, sufren un amor contrariado. Ambos eran vecinos y deseaban casarse, pero sus familias se opusieron con saña inaudita.
Cuando termina el episodio entre Píramo y Tisbe. Leucipa toma la palabra y cuenta que el Sol, que todo lo ve, había descubierto los amores adúlteros entre Venus, esposa de Vulcano, y el apuesto Marte. Febo pone en conocimiento al desgraciado marido quien forjó una sutilísima red de hierro para atrapar a los amantes. Cuando estuvo acabada, la tendió alrededor del lecho de su mujer, de manera tan sutil como lo hacen los cazadores. Por la noche, llegan los amantes y la rede se cerró en torno a ellos. Vulcano invoca a todos los dioses para contemplen a los adúlteros; y los dioses se ríen de la situación triste de Vulcano y el aspecto innoble de los amantes en el lecho.
En este contexto, es que se relata el episodio de Helio y Leucótoe.

Traducción del pasaje de Metamorfosis, IV, 190-255

[190] Venus Citerea reclama una pena/castigo que recuerde la delación y en devolución de aquel (a) quien hirió (con) sus amores ocultos, hiere con el mismo amor.

¿De qué, hijo de Hiperión, te sirven ahora, las formas y el color y las luces que irradian? Ciertamente, tú, que con tus fuegos todas las tierras abrasas, habrás de abrasarte, con un nuevo fuego y tú que debes observar todas las cosas [195] contemplas a Leucotoe y fijas los ojos, aquellos que debes (fijar) en el mundo, en una sola doncella/virgen; unas veces surges más temprano por el cielo de Oriente, otras caes más tarde en el mar (Occidente) y alargas las horas invernales y te apartas de vez en cuando y [200] va más alá (del) vicio de los espíritus con su luz y aterrorizas los pechos de los mortales. Y no palideces porque la imagen de la luna sea un obstáculo a las tierras más cercana; este amor hace/vuelve a esto belleza.

Amas a ésta como (si fuera) la única y no te poseen ni Climene, ni Rodo, [205] ni la bellísima madre de la Eea Circe, ni Clytie, quien, aunque despreciada, buscaba tu lecho, y tenía en aquel preciso momento una cruel herida: Leucotoe provocó el olvido de muchas cosas, a quien en el parto [210] dio a luz, la hermosísima Eurynome de las regiones perfumadas (de Oriente); pero luego que la hija creció, (así) como la madre venció a todas, la hija (venció) a la madre. El padre Órdamo gobernó sobre las ciudades Acaemeas y es considerado el séptimo de linaje del antiguo Belo.

Cuando los caballos del Sol están pastando bajo el eje del Hesperio y beben del césped como ambrosía; [215] alimenta sus miembros agotados por los trabajos diurnos y los vuelve a preparar para la tarea. Y mientras allí los caballos consumen los forrajes celestiales y la noche rige su turno; el dios penetra en el tálamo amado, convertido en la imagen de la madre Eurynome y entre [220] las doce esclavas reconoce a Leucotoe, que dirigía los hilados a la pálida luz, experta en el huso.

Así pues, luego que le dio besos como una madre a su querida hija, dijo: “este asunto es secreto, esclavas, alejaos y no arrebatéis a una madre el derecho de contar secretos”. [225] Obedecieron y habiendo abandonado la habitación, sin testigos el dios dijo: “yo soy aquel que mido todo el año, que vio todas las cosas, por el cual la tierra ve todas las cosas; el ojo del mundo: créelo, me gustas.” Ellas se asusta y por el miedo se cayeron la rueca y el huso de los dedos sin energía.
[230] El mismo miedo le sentó bien y aquel, sin más demora volvió a su verdadera apariencia y usual esplendor. La doncella, aunque aterrada por la visión imprevista, vencida por el resplandor del dios, expuesta, soportó la violencia sin queja.

Clytie la envida (en efecto, el amor del Sol por ella no había sido moderado), estimulada por una ira propia de concubina, divulga el adulterio y denuncia la difamación al padre. Aquel, feroz y cruel enterró a aquella que suplicaba y tendiendo las manos y decía: “aquel me llevó por la fuerza”, [240] (la enterró) en un profundo foso y agregó insensible, un túmulo de pesada arena.

El hijo de Hiperión destruye con sus rayos (el túmulo) y te proporciona un camino por el cual puedas sacar tu rostro enterrado; pero tú, ninfa, ya no podrás sacar tu cabeza agotada por el peso de la tierra y yacías con el cuerpo sin vida.

[245] Se dice que el conductor de los caballos alados no vio nada más doloroso que aquello después de los fuegos de Faetón. Él, ciertamente, intenta con la fuerza de su rayos, si puede volver a llevar calor propio de la vida a los miembros helados; pero, porque el destino se opone a tan grandes esfuerzos, [250] cubrió con néctar perfumado su cuerpo y el lugar; y quejándose mucho dijo: “no obstante, vas a tocar el celo.” Sin interrupción, el cuerpo, embebido con el néctar celestial se derritió y humedeció la tierra con su aroma y lentamente, una vara de incienso surgió, introducidas las raíces entre los terrones y [255] con su punta rompió el túmulo.

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